La voz de un rostro
ago
27
Hace sólo un par de días, mientras pasaba por el pasillo, escuché dos voces que me eran (y son) familiares. Al asomarme vi a mi hermano frente a la pantalla del ordenador, y en ella a Paco González, y a su lado a un hombre de pelo blanco y mofletes caídos cuyo rostro no pude identificar hasta que no le oí hablar. Era la presentación de ese nuevo programa de tardes de liga que yo, y supongo que muchos otros, esperamos siga teniendo la esencia del Carrusel de siempre. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión, como diría Michael Ende.
Me llamó la atención la visión de aquel rostro, de aquella persona, hablando con una voz que para mí no le pertenecía, no era suya por el simple hecho de que yo conocía esa voz pero no esa cara... Pensé que aquello no era nada nuevo, ya me pasó en su día con la Fórmula 1 y Gonzalo Serrano, con los deportes de Cuatro y Manolo Lama, y quién sabe qué habría pasado si a Constantino Romero no le hubiese acompañado siempre su imagen...
Pero también me ha pasado a la inversa, asombrarme de las voces pertenecientes a caras que sí me son familiares. Descubrir que un anciano por el que nadie daría un duro tiene una voz desgarradora, o caer en la cuenta de que esa voz grave es de ese rubito con cara de bueno.
Sin embargo, casi nunca reparo en las voces de mi alrededor, ¿será porque suenan como yo espero que lo hagan? ¿es eso posible?
Seguí pensando en ello, en cantantes, en amigos, en presentadores o en familiares, llegué a la conclusión de que la voz es una de esas cosas que si alguien tiene se valora, pero si no, no se le da importancia. Al fin y al cabo, lo importante es lo que uno diga.
Me llamó la atención la visión de aquel rostro, de aquella persona, hablando con una voz que para mí no le pertenecía, no era suya por el simple hecho de que yo conocía esa voz pero no esa cara... Pensé que aquello no era nada nuevo, ya me pasó en su día con la Fórmula 1 y Gonzalo Serrano, con los deportes de Cuatro y Manolo Lama, y quién sabe qué habría pasado si a Constantino Romero no le hubiese acompañado siempre su imagen...
Pero también me ha pasado a la inversa, asombrarme de las voces pertenecientes a caras que sí me son familiares. Descubrir que un anciano por el que nadie daría un duro tiene una voz desgarradora, o caer en la cuenta de que esa voz grave es de ese rubito con cara de bueno.
Sin embargo, casi nunca reparo en las voces de mi alrededor, ¿será porque suenan como yo espero que lo hagan? ¿es eso posible?
Seguí pensando en ello, en cantantes, en amigos, en presentadores o en familiares, llegué a la conclusión de que la voz es una de esas cosas que si alguien tiene se valora, pero si no, no se le da importancia. Al fin y al cabo, lo importante es lo que uno diga.
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